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Masacre de Guyana: El suicidio colectivo más impactante que se registre en la historia


GUYANA. El 18 de noviembre de 1978, en un remoto pueblo en medio de la jungla y apodado Jonestown, el pastor evangélico estadounidense Jim Jones arrastró a más de 900 personas a una inexplicable muerte.

La combinación de un liderazgo mesiánico, embebido con cuestiones místicas, directamente emparentadas al fanatismo religioso pero también político, el poco aclarado uso de ciertas drogas, un elevado analfabetismo entremezclado con estados de esquizofrenia y nerviosismo de muchos, pudo generar un movimiento de masas en el que todo confluyó como para hacer estallar un cóctel letal, de inevitables derivaciones. Quizá todas esas cuestiones, algunas otras más que habrán quedado flotando en el aire enrarecido, debieron eclosionar aquel 18 de noviembre de 1978, en aquella remota aldea al norte de uno

de los países de los que menos se habla en Sudamérica, como es Guyana.

En esa nefasta jornada, en Jonestown, como era llamado informalmente la aldea donde funcionaba el Proyecto agrícola del Templo del Pueblo, una comunidad cerrada que había fundado tiempo atrás el pastor evangélico estadounidense Jim Jones, ubicada en la actual región de Barima-Waini, de lo que se conoce como la Guayana Esequiba, en una zona boscosa, poco poblada, 918 personas se quitaron la vida, la mayoría envenenándose. Así se constituyó en el suicidio colectivo más importante en la historia de la humanidad. Y quizás también, el más inexplicable, a partir de los escasos fundamentos para tomar tan drástica determinación de toda una comunidad. Porque los es

casísimos sobrevivientes hablan de un crimen mucho más grave.

El inicio de todo

Toda historia tiene un inicio, un punto de partida. Así, hay que considerar que el pastor Jim Jones fue el ideólogo de toda esta locura. Nacido en Indiana, este hombre de imagen inexpresiva se adueñó de las ideas del Templo del Pueblo, una agrupación religiosa fundada en la décad

a de 1950, en la que el oscurantismo, los secretos, la religión y la política se entrem

ezclaban, siempre lideradas por ese llamativo protagonista llamado Jim Jones.

Jones había nacido el 13 de mayo de 1931 en Lynn, Indiana, en un ambiente d

e segregación racial y de funda

mentalismo cristiano. Su padre, James Thurmond Jones, había combatido en la primera guerra mundial


y era un confeso simpatizante del grupo separatista Ku Klux Klan, aunque no existen registros de actividad con ese grupo. Su madre, Lynetta, era una imaginativa empleada que le enseñó a Jim a ayudar a los pobres y a amar los animales. Quizá por eso, desde joven mostró su vocación por la prédica, apuntándole a la integración racial y el socialismo, como base igualitaria. Eso comenzó a generarle problemas con sus superiores, ya como activo participante de la Asamblea de Dios, al insistir que los negros se sentaran adelante en los bancos de esa iglesia lo obligaron a cambiar de aires

Una referencia no menor es la que dio su esposa, quien afirmó que cuando se casaron, en 1949, Jones ya era un comunista comprometido. Se consideraba maoísta pero simpatizaba con José Stalin y

a la Unión Soviética. Y mezclaba todo,

entre su ideología que emparentaba el socialismo con lo religioso o socialismo apostólico. Hasta hacer alarde de su ideología “Dios Todopoderoso, el Socialismo”.

Por eso en 1955 fundó la Iglesia de la Comunidad Unida y tiempo después, evolucionó hasta la conformación de la llamada The Peoples Temple Full Gospel Church, algo así como la Iglesia del Evangelio Completo del Templo de los Pueblos. Su mensaje era de igualdad

racial. Así, se ganó el reconocimiento de los negros, en tiempos inestables racialmente hablando.

Ya en 1959 tuvo a su hijo Stephan Ghandi Jones y adoptó otros niños de razas diversas en lo que él llamaba su “familia arcoiris”. En 1960 el Templo del Pueblo fue aceptado en la Iglesia Cristiana, como Discípulos de Cristo.y ya en 1961 Jim es nombrado director de la Comisión de Derechos Humanos de Indianápolis para la integración de varias reparticiones públicas.

Luego comenzaría un peregrinar por Estados Unidos de su idea religioso-política, hasta que en 1975, cuando las presiones del gobierno estadounidense eran elevadas, debido a sus incompatibles ideas de izquierda, Jim Jones y los seguidores del Temp

lo del Pueblo decidieron mudarse desde California, donde habían recalado, a ese punto recóndito en la jungla guyanesa

En suelo sudamericano

Ya en 1975 y ni bien se afincó en la región del norte de Guyana de Barima-Waini junto a esos fieles seguidores, comenzó a levantar la llamada Jonestown, una serie de edificaciones en las que no existieran fronteras ni diferencias raciales, donde todos lucharan por una justicia igualitaria y se buscara alcanzar un mundo mejor. Nada más ideal, como para ganar adeptos entre los muchos nativos que fueron sumándose a la propuesta, en medio de una población con escasa educación y muchas necesidades, pero que

además hablaba su misma lengua inglesa.

Así fue como, entre cantos, gestos de contención y un atractivo discurso, seductor por cierto, la población de Jonestown comenzó a crecer. Además, otros seguidores, llegados de Estados Unidos, se sumaron a un culto que día a día se acercaba al fanatismo y la idolatría hacia un hombre calculador.

Lo concreto es que en Jonestown se realizaron varias actividades donde se hablaba de igualdad económica y racial. Por eso ahí todo parecía encajar: entre gente autóctona, que era minoría, y cerca de 900 compatriotas que se sumaron unas mil personas para congregarse y construir de la nada sus casas, se estableció una comunidad que muchos de quienes en ella vivieron no dudaron en describir como el verdadero paraíso. Un “paraíso socialista”, como el mismo Jones citaba en varios audios encontrados, una vez que la tragedia se concretó. Así, se crearon granjas comunitarias que proveyeron gran parte de los suministros de Jonestown y los que faltaban eran traídos desde Georgetown, la capital de Guyana, gracias a un acuerdo comercial con el gobierno del país. De todas maneras, poco a poco, la personalidad de Jones comenzó a volverse errática, con actitudes de intromisión y a la vez de celos por ciertas cuestiones, a la vez que lo preocupaban rumores provenientes de su país, en los que se citaba que la agencia gubernamental FBI seguía de cerca sus pasos, habida cuenta algunas denuncias de irregularidades manifiestas.

Noches blancas

Los indicios de los federales estadounidenses, algunos afincados en Georgetown, capital de Guyana, no estaban errados. Es que se sabía De acuerdo al relato de las investigaciones revelado por el FBI, Jones creó lo que se llamaron las «noches blancas», en las que se simulaban suicidios con cianuro y otras sustancias. Quizá porque en su mente, ya estaba instalada la idea del suicidio colectivo.

Quizá por eso mismo el representante a la Cámara por el estado de California, Leo Ryan, comenzó un mes antes a mostrar preocupación las denuncias sobre abuso y fraude que escuchaba sobre Jonestown. Como contrapartida, en sus discursos Jones comenzó a mencionar supuestas traiciones, acusando a los “cerdos capitalistas», de la Central de Inteligencia (CÏA) para describir supuestas amenazas contra su «paraíso».

Por eso mismo, luego se pudo conocer, de parte de un agente del FBI, qué sucedía en las noches blancas. En esos encuentros Jones le daba a los miembros de Jonestown cuatro opciones: huir a la Unión Soviética, cometer un suicidio revolucionario, quedarse en Jonestown para luchar contra seguras invasiones o huir hacia la selva, en lo que no era otra que un verdadero lavado de cerebro.

Ryan viaja a Guyana

Si algo sacó de quicio a Jones fue el enterarse de la segura visita de Ryan, quien habría anticipado que aquellos que quisieran volverse con él podrían hacerlo. Eso encrespó al reverendo, que trató de potenciales traidores a quienes lo abandonaran. Así, y haciendo alarde de un inusitado coraje, egún los pocos sobrevivientes del multisuicidio, el 18 de noviembre el congresista Ryan concluyó una visita a Jonestown, en medio de una inocultable tensión, y en la que el parlamentario estadounidense dialogó con varios seguidores de Jones, e invitó a varios a retirarse del lugar. Así fue como unos pocos miembros del Templo del Pueblo aceptaron la invitación y salieron con la comitiva que incluía a tres periodistas. Sin embargo, a mitad de camino varios de ellos sacaron varias armas y comenzaron a disparar contra Ryan y los demás.Y todos murieron.

Final apocalíptico

La cordura de Jones entonces entró en crisis. Primero congregó a todos sus fieles de Jonestown y reiteró que las amenazas al paraíso eran reales. Fue entonces que explicó que había que hacer una “revolución de muerte” y lanzó una lacónica frase: “Por el amor a Dios, ha llegado el momento de terminar con esto”, se puede escuchar en las grabaciones en estado de casi delirio.

Entonces lanzó otra frase premonitoria de la muerte: “Hemos obtenido todo lo que hemos querido de este mundo. Hemos tenido una buena vida y hemos sido amados. Acabemos con esto ya. Acabemos con esta agonía” pontificó. Enseguida, las secretarias y las auxiliares de enfermería que trabajaban en Jonestown comenzaron a entregar a los fieles frascos llenos de cianuro. La abrumadora mayoría de la gente las ingirió, incluso a niños y a los bebés. Así. 913 personas se desplomaron muertas dentro del enorme tinglado de madera y sus alrededores. Cerca de 200 eran menores, muchos de ellos muy pequeños. A ellos se sumaron el congresista Ryan y su comitiva, para que la cuenta cerrara en 918

Jones fue hallado muerto también, peroa diferencia de la mayoría, muerta por envenenamiento de cianuro, su deceso se produjo por el disparo de una escopeta. Palabras más, palabras menos, los medios que cubrieron el hecho, ante semejante panorama, titularon como “el mayor suicidio colectivo de la historia”. Y así fue.

FUENTES: BBC Mundo / gizmodo / people en español / ABC / Washington Post / PBS / New York Times

Frases

“Había un canto dentro de las celebraciones del Templo que decía: ‘Nunca escuché hablar a nadie como habla él, desde que nací, nadie me habló de esa manera'», agregó Hue Fortson, un exmiembro del Templo de Pueblo, en diálogo con PBS.

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“Ahora que reflexiono sobre esto me doy cuenta que lo que corrompió a Jones fue el poder. Todo el tiempo que estuvimos en Guyana él siempre tuvo el control absoluto. No fue un suicidio masivo. La gente no dijo ´quiero hacerlo´, fue un asesinato en masa”, indicó M. Johnston, otro exmiembro..

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