La maldición de Tutankamón
- dogmaargentina
- 6 sept 2016
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Howard Carter (1873/1939 – english egyptologist near golden sarcophagus of Tutankhamon (mummy) in Egypt in 1922. Egiptólogo inglés junto al sarcófago dorado de la momia de Tutankamon, en Egipto, 1922. (photo Harry Burton)
HISTORIA. Mucho de ha escrito y muchísimo más se ha dicho sobre los poderes maléficos de la momia de un célebre faraón egipcio, que fue descubierto en 1922 por el investigador inglés Howard Carter.
A principios del siglo XX la mayor parte de la historia del antiguo Egipto era desconocida para la una gran parte de la población mundial. Poco se sabía de aquellos tiempos remotos, apenas si se conocía de los faraones egipcios, y mucho menos de la más citada de las pirámides, la del faraón Tutankamón. Aunque se asocien las enormes moles con los sepulcros de muchos faraones, lo cierto es que semejantes monumentos de piedra y gran poder, aparentemente construidas en el Antiguo Egipto entre las dinastías III (2650 a. C.) y XIII (1750 a. C.), no siempre fueron posadas eternas de sus mandatarios. Es que ya en la dinastía XVIII (1300 a. C.) se prefería excavar enormes tumbas con innumerables salas en el interior de parajes eslevados, como es el Valle de los Reyes. Dichas salas se decoraban y llenaban de valiosos objetos ornamentos, y en el centro se depositaba el cuerpo embalsamado de los faraones de entonces, ubicados dentro de un sarcófago.
Lo cierto es que la célebre tumba de Tutankamón de la dinastía XVIII permaneció oculta por más de tres mil años. Existen evidencias de que había sido saqueada y luego restaurada en los meses posteriores a su enterramiento, pero el cambio de dinastía, y la tierra desplazada de los desescombros de otras tumbas próximas provocó que un siglo después del enterramiento de Tutankamón, el emplazamiento de su tumba o incluso la misma existencia del faraón habían sido olvidados. Los ladrones de tumbas de las dinastías XIX y XX incluso llegaron a construir algunas cabañas encima de la tumba, sin sospechar de su existencia.
Sale a la luz.
En la década de los años 1920, el egiptólogo británico Howard Carter descubrió la existencia de un faraón de la XVIII dinastía hasta entonces desconocido, y convenció a Lord Carnarvon para que financiara la búsqueda de la tumba que se suponía intacta en el Valle de los Reyes.El 4 de noviembre de 1922 se descubrieron los escalones que descendían hasta una puerta que aún mantenía los sellos originales. 22 días después, en presencia de la familia de Lord Carnarvon, se hizo el famoso agujero en la parte superior de la puerta por el que Carter introdujo una vela y vio, según sus palabras, “wonderful things” (cosas maravillosas, en su traducción del inglés).
La tumba, que fue catalogada por su descubridores bajo la sigla KV62, no era otra que la de Tutankamón y es la mejor conservada de todas las moradas faraónicas. Fue entonces que Carter comprobó que dicho sitio sagrado había permanecido prácticamente intacto hasta ese entonces, al punto que logró fotografiar unas flores secas de dos mil años atrás que se desintegraron en seguida. Después de catalogar todos los tesoros de las cámaras anteriores, Carter llegó a la cámara real, el lugar físico donde descansaba el sarcófago del faraón desde hacía tres mil años.
Sin embargo, luego de eso, comezaron a fallecer personas que habían visitado la tumba, lo que es conocido popularmente como la Maldición del faraón.
Se desata la maldición.
El financista Lord Carnarvon, factotum económico para el hallazgo de Carter, vivía en Egipto desde hacía años, luego de haber padecido un grave accidente de autos unos años antes, que le había afectado entre otras cosas a sus pulmones, por lo que el clima más seco de esa región era favorable a su salud. Sin embargo en marzo de 1923, cuatro meses después de abrir la tumba, Lord Carnarvon fue picado por un mosquito y poco después se cortó la picadura mientras se afeitaba, lo que encadenó la infección con la herida y el mal se extendió a todo el cuerpo. Para completar el cuadro, ya en abril una neumonía atacó mortalmente a Carnarvon, y como por entonces no existían antibióticos ni penicilina y apenas si se le aplicó suero, no extrañó su fallecimiento durante la noche del 5 de abril.
Si bien ya entra dentro de lo que es la leyenda de Tutankamón, dado que nunca se pudo confirmar la especie, en varios libros se cuenta que a la misma hora del deceso del Lord, su querida perra Susie, aulló y cayó fulminada en Londres, muy lejos de Medio Oriente. Asimismo, cuando el noble murió, en El Cairo hubo un gran apagón que dejó a oscuras gran parte de la ciudad, pero momentos después regresó. Un corte al que los responsables de la empresa de electricidad no le encontraron explicación alguna
Empiezan las muertes inexplicables.
Con esos antecedentes, la prensa inglesa acrecentó el tema de las leyendas de la maldición de los faraones. Incluso algunos afirmaron que en un muro de las antecámaras estaba escrito: “la muerte vendrá sobre alas ligeras al que estorbe la paz del faraón”, una frase que nunca se encontrró entre las anotaciones -muy detalladas por cierto- de Howard Carter, antes que derribara el muro para ingresar al sitio sagrado. Aún así, Sir Arthur Conan Doyle dijo creer en la maldición, la escritora Marie Corelli afirmó tener un manuscrito árab
e que hablaba de lo mismo, y el arqueólogo Arthur Wiegall publicó oportunamente un libro sobre el tema.
1 El deceso de Lord Carnarvon fue el primero que oficialmente se registró.
2 Le siguió su hermano Audrey Herbert, otro de los presentes en la apertura de la cámara real, y que perdió la vida inexplicablemente ni bien regresó a Londres.
3 También murió Arthur Mace, quien dio el último golpe al muro para entrar en la cámara real. Falleció en El Cairo días después, sin ninguna explicación médica.
4 Sir Douglas Reid, quien le realizó radiografías al cadaver momificado de Tutankamon, enfermó y volvió a Suiza, donde se murió dos meses después.
5 También perdió la vida la secretaria de Carter, de un ataque cardíaco.
6 El padre de la secretaria se suicidó al enterarse de la noticia.
7 Un profesor canadiense que estudió la tumba junto a Carter murió de un ataque cerebral al volver a El Cairo.
8 La última víctima, ya en la década de los ´80, atribuida a la maldición del faraón, fue Ian McShane, quien sin padecer consecuencias fatales, durante la filmación de un filme, justamente sobre la maldición del faraón, se accidentó cuando su automóvil se salió de la ruta. El actor se rompió una de las piernas, una lesión de la que igualmente se logró recuperar.
Más cosas extrañas.
Si se toman coincidencias, algunas sorprenden, aunque la leyenda siempre parece estar flotando en el ambiente. Así, por ejemplo, durante la autopsia que se le practicó a la momia se le habría encontrado que justo en la misma zon donde el mosquito había picado a Lord Carnarvon, la momia de Tutankamón tendría una herida, algo de muy dudosa veracidad, porque no hay referencias específicas de ambos casos y porque no sería tan fácil de comprobar.
De todas formas, esto disparó aún más la imaginación de muchos, que dieron por muertos a los participantes en la autopsia. En realidad, excepto el radiólogo, los demás miembros del equipomédico vivieron durante muchos años sin problemas, incluido el médico principal. El mismo descubridor de la tumba, Howard Carter, murió por causas naturales muchísimos años después.
Con tantos antecedentes, ya en la década de 1930 varios medios periodísticos llegaron a atribuir hasta 30 muertes por la maldición del faraón, incluido Carter, dado que se encontró una carta de alguien con su nombre en un diario, aunque poco después el mismo descubridor de la tumba se encargó de desmentir. Así, entre exageraciones, elucubraciones periodísticas y mucho de casualidad parecía insuficiente para explicar las demás vidas que se apagaron en tiempos en los que, sin los avances de la medicina actual, la expectativa de vida era mucho menor. Sin embargo, la falta de más escándalos y fallecimientos en extrañas condiciones pareció apagar la maldición…
Se reaviva 30 años después
Ya entre los años 1960 y 1970, una gran cantidad de piezas del Museo Egipcio de El Cairo se trasladaron a varias exposiciones temporales, organizadas en museos europeos. Lo sorprendente es que los directores del museo de entonces murieron poco después de aprobar dichos traslados, y sumado a incidentes menores que padecieron las tripulaciones de uno de los aviones ingleses que hicieron el traslado hasta Londres, también parecieron extender la maldición.
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