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El enigmático caso de la Rectoría de Borley

INGLATERRA. En un edificio del condado de Essex, a inicios del siglo XX, se produjeron hechos paranormales, que investigó el célebre Harry Price

Durante un muy buen tiempo, las versiones sobre hechos sobrenaturales se sucedieron sin solución de continuidad, tanto que, por aquellos tiempos, en la década de los años ´20, del siglo pasado, se rumoreaba que la Rectoría de Borley, una mansión Victoriana, construida en 1863 en el mismo sitio donde se hallaba situada otra rectoría, ubicada en el pueblo homónimo del Condado de Essex, era para muchos el lugar más encantado de Inglaterra. Quizá por eso mismo, el 10 de julio de 1929 el diario británico Daily Mirror publicaba la exclusiva. En el edificio ubicado entre los condados británicos de Essex y Suffolk se estaban produciendo toda clase de fenómenos paranormales.

El periódico entonces asignó al periodista V.C.Wall, quien describió: “Figuras fantasmales de cocheros decapitados, una monja, una carroza tirada por dos caballos bayos que aparecía y desaparecía misteriosamente, pisadas en habitaciones vacías..” Un relato de oscuras historias, que pasó a ser tema de conversación en cuanta tertulia británica se produjera.

A llamar al especialista

La noticia sobre el embrujamiento del rectorado Borley, un edificio de dos plantas de ladrillo rojo y 23 habitaciones de estilo victoriano, tuvo tanta resonancia que el editor del Daily Mirror decidió ponerse en contacto con el parapsicólogo Harry Price ante la inusitada repercusión que había producido el incidente.

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Price, para muchos el primer “Cazafantasmas” y por entonces miembro de la Society Psychal Research y fundador de la National Library of Psychal Research, dependiente de la Universidad de Londres, acudió al enclave endemoniado y comenzó a recabar toda la información. Los primeros resultados sobre la mansión Borley fueron espectaculares. El paraje contaba con un extenso y trágico pasado marcado por la muerte e insólitos incidentes enigmáticos.

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Price entra en acción

Según diferentes estudios históricos aquel solar había sido durante el siglo XIII el punto donde se asentaba un convento en el que se produjeron varios crímenes. El asesinato, más concretamente de una pareja de eclesiásticos, de un sac

erdote del monasterio y una monja del claustro de Bures, situado a 13 kilómetros de distancia, que tras un apasionado romance intentaron huir y dar un giro de 180 grados a sus vidas. El final de esa historia, como suele suceder, concluyó fatalmente. Primero los capturaron y luego los ejecutaron la cueldad propia de aquellos tiempos: Mientras el sacerdote directamente fue decapitado, a la monja la emparedaron en los muros del edificio.

Muchos afirman que este fue el punto de partida de hechos inexplicables, apariciones y gritos de espanto y dolor, mientras que otros citaban la aparición de figuras fantasmales que vestían hábitos religiosos.

Y si bien en los primeros tiempo un sacerdote al que llamaban E. D. Bull, quien había propiciado la construcción del edificio en 1983 y que además fue el primero en habitarlo, inicialmente descreyó de todas esas historias, aunque con el correr del tiempo el enigma fue superando su incredulidad, al tiempo que para muchos las leyendas ya eran toda una realidad.

Los hechos misteriosos

A lo largo de los 65 años en los cuales la familia Bull estuvo al frente de la rectoría, (desde 1863 hasta 1927), se produjeron una interminable sucesión de hechos inexplicables, situaciones que fueron claramente graficadas por viajantes y vecinos de localidades cercanas a la rectoría. Hasta que todo salió a la luz cuando el sacerdote Eric Smith se instaló en la victoriana mansión y puso en autos a los cronistas del Daily Mirror sobre la voluptuosa y extraña casuística que estaba padeciendo en el lugar.

Los fenómenos eran muy variados: las campanillas y los timbres generaban un inexplicable tintineo de la nada. Otras veces una figura luminosa ataviada con vestimenta de monja se movía por los jardines. A veces se escuchaban pasos o el ruido de un carruaje que jamás se vio, en otras oportunidades se movian objetos, las llaves caían solas de las cerraduras, a veces volaban piedras desde los tejados y los ya consabidos gritos desgarradores, de hombre y de mujer.

Los hechos se precipitan

Luego de tres días de su primera visita y decididamente desbordado por lo visto, Harry Price pensó en una sesión de espiritismo para encontrar explicaciones. Del experimento participaron el reverendo Smith, su esposa, una médium y el investig

ador y los resultados desconcertaron a todos: el espíritu del sacerdote Henry Bull, constructor del edificio y el más antiguo de los regentes, fue quien “relató” todo cuanto había sucedido en el sangriento pasado en el lugar. Afectados por lo vivido, una semana después el párroco Smith y su mujer abandonaron el sitio, dada la agresividad de la actividad paranormal que existía en el lugar, mientras que Price siguió el mismo camino.

Sin embargo, un año después la rectoría fue rehabitada, esta vez por el primo del fallecido r

everendo Bull, que no era otro que el clérigo Lyonel Foyster y su mujer, Marianne.

Los primeros meses parecieron desmitificar lo pasado anteriormente, pero fue apenas un tiempo. De pronto la actividad paranormal se incrementó, al punto que se escuchaba el arrastrar de cadenas, se materializaban relojes, monedas y, lo más espectacular, comenzaron a aparecer mensajes escritos en los muros. Notas presuntamente escritas por entidades del más allá que desgarradoramente pedían auxilio, con frases como “Por favor, ayuda… Marianne” o “No puedo entender, dime más”.

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Regresa Price

Asustados, Foyster y Marianne volvieron a llamar al parapsicólogo Price, quien con dos colaboradores llegó con un equipo móvil compuesto por cámaras fotográficas, cintas métricas, polvo para impresionar huellas, un cámara cinematográfica de 16 mm, filtros luminosos y acústicos, varios instrumentos de medición térmica, que le permitieran desentrañar qué sucedía allí.

Lo increíble es que durante el trabajo de campo aumentaron los mensajes. Parecían ser crípticos, dado que parecían encerrar alguna forma de información especial. Y de entre todos, uno de ellos, de carácter profético y apocalíptico, marcaría los designios del caso: “Esta casa será pasto de las llamas”.

Marianne parecía la destinataria principal, dado que comenzó a sufrir alteraciones psíquicas hasta que decidieron junto a Foyster abandonar definitivamente la maldita mansión en 1935. Aprovechando que el sitio otra vez quedó sin moradores, Price aprovechó para hacer nuevos experimentos. Alquiló el caserón, desde el 19 de mayo de 1937 hasta finales de 1938, y puso un anuncio en The Times en el que se solicitaba voluntarios para el estudio de los fenómenos paranormales de la abadía. “Se buscan personas responsables, inteligentes, intrépidas, críticas e imparciales para realizar turnos de observaciones en una casa. Si no saben nada sobre investigación psíquica, mejor”.

La respuesta fue exitosa: Se reclutaron 48 personas, quienes permanecieron en Borley durante un año y medio y en ese lapso todos los inquilinos fueron testigos de lo insólito. El 27 de febrero de 1939, el capitán W.H.Gregson, posterior morador, se encontraba en la biblioteca del caserón cuando una lámpara de aceite se estrellaba contra el suelo de forma inexplicable. Las llamas se extendieron rápidamente por el inmueble y el fuego devoró toda la mansión.

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Qué quedó tras el incendio

¿Se había cumplido la profecía de años atrás y rubricada en los muros? Al parecer, sí. Pero la historia de Borley continuó a pesar de su desaparición.

Durante la demolición del edificio, que quedó prácticamente derruido a causa del incendio, varios obreros aseguraron haber observado extraños portentos entre las ruinas del inmueble y se descubrieron restos óseos. ¿Corresponderían aquellos huesos a la monja emparedada siglos atrás?

No se supo a ciencia cierta, pero de lo que no quedaron dudas fue sobre las aterradoras manifestaciones que los empleados vivieron en el derrumbe. Episodios que hicieron nuevamente poner de actualidad a Borley, ya que un reportero del per

iódico Life, mientras realizaba un reportaje gráfico de las obras, pudo captar en una fotografía el presunto vuelo de un ladrillo entre los cimientos de la mansión desvencijada. Todo un documento.

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La famosa fotografía del ladrillo de Borley

Harry Price cerró definitivamente el caso tras dar cristiana sepultura a los macabros restos hallados en un ruinoso sótano. Y todas sus conclusiones fueron recogidas en dos gruesos libros: el primero publicado en 1940 bajo el título The most haunted house in England (La casa más encantada de Inglaterra) y el segundo, The end of Borley rectory (El fin de la rectoría Borley), editado en 1945, tres años después del fallecimiento de Price.

Nadie parecía dudar dela odisea fantasmal. Pero en 1956 el enigma de la rectoría Borley y las investigaciones que allí se realizó reflotaron. Dos miembros de la Society for Psychal Research (SPR), Charles Hope y Henry Douglas, solicitaron una revisión de los trabajos de Harry Price.

El comité de la SPR accedió a la petición de los eruditos paranormales y comenzó la fiscalización de toda la documentación existente sobre el caso que se encontraba en la Universidad de Londres.

Así, tras cinco años de estudio los resultados fueron publicados bajo el título The haunting of Borley rectory (El encantamiento de la rectoría Borley) en 1956.

En opinión de Hope y Douglas, muchos de los fenómenos que se produjeron en caserón religioso fueron fraudulentos. Es más, aseguraron que detrás de muchos de los presuntos incidentes poltergeist se encontraba Price, pese a que los fenómenos ya se habían denunciado mucho antes de que Price pusiese allí sus pies por primera vez.

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Borley resistió estoicamente los embates de la comunidad parapsicológica más escéptica. Primero con la publicación en 1973 de la obra The ghosts of Borley: Annals of the haunted rectory (Los fantasmas de Borley: Anales de la rectoría encantada) realizada por Peter Underwood y el doctor Tabori, y en la que se reafirmaba las serias y metódicas investigaciones realizadas por Price. Y ya en 1974, cuando un equipo del Grupo de Investigaciones Parapsicológicas de Enfield, encabezado por Ronal R. Russel, retomó las investigaciones, esta ve vez en la iglesia colindante a la antigua abadía, las que determinaron que seguían produciéndose extraños fenómenos en el recinto.

Investigan la iglesia

La comisión científica dirigida por Russell, y compuesta por los ingenieros Frank Parry y Jo

hn Fay, ratificó la existencia de una fenomenología paranormal en Borley, que según el informe de los

estudiosos indicaba: “Hemos grabado cientos de ruidos extraordinarios, pisadas, golpes y demás. En una oportunidad localizamos un centro de perturbación cerca del sepulcro Waldegrave; era tangible, como un torbellino de energía. Cuando se pasaba la mano por sobre él, se sentía una especie de cosquilleo, como el que produce la electricidad estática. En otra ocasión llegamos a escuchar un profundo gruñido” Como para ratificar, y revalorizar, las palabras del gran Harry Price, quien declaró que “Borley, ha sido, es y será, el lugar más encantado de Inglaterra”

 
 
 

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